Los cambios que implica la maternidad, la preocupación por el desarrollo del bebé, la preparación del hogar… Con el embarazo puedes sentirte ansiosa. Te explicamos las causas y te damos algunos consejos para combatir la ansiedad.
¿Qué provoca la ansiedad?
• El trabajo. Es una de las causas más frecuentes, ya que el embarazo puede impedir que sigas con el mismo ritmo. El hecho de no llegar a cumplir con todas las tareas que te propones, te puede generar estrés.
• Las tareas domésticas. Las dificultades para compaginar la vida laboral y familiar pueden provocarte nerviosismo, especialmente si tienes niños pequeños a los que atender.
• El propio embarazo. Los cambios que implica la futura maternidad, así como la tensión ante la responsabilidad de convertirte en madre, pueden hacerte sentir ansiosa. Por otro lado, la alteración hormonal puede provocarte inestabilidad emocional y alterarte el ciclo del sueño, factores que se suman al aumento del estrés.
• Otras causas. Una crisis de pareja, una mudanza o las dificultades económicas también pueden provocarte nerviosismo y tensión.
¿Cómo combatirla?
• Relajándote. Cuando te sientas ansiosa, tómate un tiempo para ti. Practica algún hobby relajante como escuchar música, leer o ver una película. También te puedes dedicar a embellecerte aplicándote una mascarilla o haciéndote las uñas.
• Practicando ejercicio. Algunas actividades físicas, como el yoga o la natación, son muy recomendables durante el embarazo. Practicando ejercicio conectarás con tu propio cuerpo y desconectarás de los problemas y las preocupaciones.
• Paseando. Una tranquila y larga caminata es un ejercicio muy bueno, que sienta fenomenal al cuerpo y además te distrae. Si tienes un parque cerca de casa, puedes ir a pasear con las amigas o con tu pareja. De no ser así, un paseo por una zona tranquila del pueblo o de la ciudad también puede resultar estimulante.
• Expresando lo que sientes. A menudo, los miedos y las inquietudes que sentimos nos las guardamos dentro de nosotros mismos y, así, se van acumulando hasta que un día lo sacamos todo. Lo ideal es expresarlo, sacarlo fuera. Puedes hacerlo hablando sobre ello o, incluso, llorando. Cuando nos permitimos llorar, damos salida a emociones y sentimientos profundos que tenemos interiorizados. Por esta razón, cuando hemos llorado nos sentimos desahogados.
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